La producción de frío y su utilización es una técnica de absoluta necesidad para nuestra subsistencia y desarrollo cotidiano, como lo podemos observar en casi todas las actividades industriales, terciarias y doméstica que nos rodean. Por potencia y capacidad frigorífica instalada, destaca la actividad industrial sobre la terciaría y doméstica, donde el sector agroalimentario se sitúa por delante de la industria química, farmacéutica y mecánica.
Esta técnica es una de las actividades más sensibles de las cadenas de producción para los sectores mencionados por el grado de fiabilidad que deben ofrecer al funcionamiento y a las variaciones de cargas, y cuya prestación genera un elevado consumo de energía.
La producción de frío presenta un indudable interés ante los avances tecnológicos y legislativos que está experimentando esta técnica y que justifica actuar ante los potenciales de ahorro y de mejora energética que tienen las instalaciones existentes, cuya reforma producirá elevados beneficios energéticos y económicos para sus titulares y el país.
Estas actuaciones vendrán por la sustitución de los equipos de compresión que han quedado obsoletos ante las nuevas máquinas tecnológicamente más avanzadas, con altas capacidades en ahorro de energía por su capacidad de modulación a las variaciones de la demanda del servicio (multietapa, variación de las temperaturas de condensación y/o evaporación); por la implantación de nuevos sistemas de control, regulación y monitorización, e incluso con los nuevos fluidos refrigerantes y sus exigencias específicas; cuestiones todas ellas de indudable interés desde un punto de vista técnico.